En todo, fifty-fifty

La segunda jornada de Mundial comenzaba con un Egipto-Uruguay, un partido de esos en los que pueden decidirse cosas, y más si el grupo es el que es. Por eso, Tabares salía con todo, al igual que los egipcios, a excepción de Salah, todavía tocado.

Sabíamos de antemano que los charrúas no destacan por su juego combinativo ni por sus jugadores de toque, sino por su alma, su garra y su carácter. De hecho, tienen jugadores para ello, como Suárez, Godín o Giménez. Sin embargo, a día de hoy ya no es lo mismo. Nombres como Bentancur, De Arrascaeta o Vecino suenan por su capacidad para asociarse, tanto en la selección como en sus clubes. Ergo, los uruguayos ya no son de la misma manera lo que eran.

Dicho esto, repasamos un poco el partido. Los faraones estuvieron bien en defensa, pocos despistes y buenos repliegues. Elneny fue clave para frenar la ofensiva sudamericana y para dar ejemplo a sus compañeros. Y es que todos defensaban en su campo excepto Mohsen. Por otro lado, Suárez y Cavani gozaron de alguna ocasión clara, pero no estuvieron acertados.

Pese a este análisis, existe para mí algo más significante: el cambio táctico. Al no ser la de 2014, Uruguay ha tenido que acostumbrarse a tener el balón y a dominar, a verse las caras con equipos replegados. Por eso, en la primera parte hemos visto a un equipo y, en la segunda, a otro.

Esta diferencia es comprensible debido al nacimiento de buenos jugadores -véanse en párrafos anteriores-, y también es útil. Pero ojo, lo es si se hace un buen uso de los recursos. De este modo, Uruguay ha mostrado el cincuenta por ciento de su potencial, y lo ha mostrado en una sola mitad. Uruguay ha estado hoy, sin duda, al fifty-fifty.

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