A los diablos les gusta el fuego

La jornada del lunes se cerraba con un Bélgica Japón que a priori parecía desigualado pero que con el paso de los minutos engañó a más de uno. Lástima que la palabra partidazo vaya a veces ligada de injusticias.

Estamos acostumbrados a ver selecciones asiáticas con técnicos europeos o americanos. Por ende, estamos acostumbrados a ver a estas con ideas y planteamientos dignos de otros continentes. Sin embargo, Akira Nishino rompía con dicha ley no escrita unos meses antes del Mundial. Y es que independientemente de gustarme o no, qué bonito es ver como Japón es dirigida y confeccionada, valga la redundancia, por un japonés.

La selección nipona venía dejando sensaciones agridulces. Una victoria, un empate y una derrota no convencían del todo, aunque cabe destacar el gran juego que desempeñan en espacios reducidos y alguna que otra virtud más que comentaré en breves. Su técnico salía sin sorpresas, con el once de gala. Ese 4-2-3-1 con Gaku y Hasebe en la medular; Inui, Kagawa y Haraguchi en las bandas y Osako arriba. Roberto Martínez, por otro lado, quiso mantener esa defensa de tres que tan buen resultado le había dado. Por lo demás, todos los jugones dominaban.

A pesar del pleno de victorias en la fase de grupos, Bélgica dejaba algunas dudas en defensa. Una defensa de tres con dos carrileros muy abiertos donde, a decir verdad, algo fallaba. Y ese algo podría tener nombre y apellidos: Yannick Ferreira Carrasco. El ex del Atlético de Madrid no está a gusto en esa posición, y eso lo notó Japón y, sobre todo, su técnico. De hecho, en el 65' entró Chadli, autor del último gol.

Los asiáticos se las apañaron para defender algunos tramos feroces de los belgas. Para contraatacar, los cambios de juego eran útiles cuanto menos, pues los samuráis vieron en la defensa de tres rival el tendón de aquiles. Pero, como en el fútbol no todo es táctico, pese a la ventaja de dos goles, Bélgica, 'liderada' por Fellaini, empató el encuentro con dos cabezazos. Algo tuvo que ver que enfrente tuvieran a la selección con menos estatura de todo el campeonato.

Para colmo, cuando Japón tocaba con sus manos la prórroga, un córner y una mala decisión, la de subir a rematar, hizo que los diablos rojos se apartasen del fuego que les envolvió durante todo el partido. Aunque pensándolo bien, dio la sensación de que a estos no les importaba jugar con un fuego que ha quemado a más de uno en este Mundial.





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