Mbappé y el punto final

Argentina no lo tuvo fácil en su camino hacia octavos de final. Con un gol de Marcos Rojo en el 86' y con dos derrotas de Islandia, los argentinos se plantaron en la siguiente ronda con mucha fe, aunque con poco juego. Enfrente, una clara candidata: Francia. Esa Francia que llegaba resentida tras sufrir en 2014, tras fracasar en 2010 y tras perder una oportunidad de oro en 2006. Esa Francia que, afortunadamente para el aficionado, llegaba con una de las mejores plantillas del mundo.

El trabajo de Sampaoli en la selección sudamericana no ha sido ni fácil ni bueno. Cargar con la presión de todo un país es tremendamente complicado, y más si no aciertas en la idea futbolística. Y es que a pesar de la complejidad que conlleva el deporte rey, hacer un equipo para Leo Messi no es depender de un jugador, es aprovechar el mejor recurso del mundo. Sin embargo, demasiados fallos en la maquinaria, tanto física como mentalmente, impidieron a la bicampeona del mundo oler los cuartos de final.

El ex del Sevilla comprendió que debía alinear a Banega para dominar el esférico. Y más contra una Francia que detestaba, desde un primer momento, llevar la iniciativa. Messi, Di María y Pavón se encargarían de lo ofensivo. Mascherano y Enzo Pérez, de lo defensivo. Por parte de los galos, pocas distinciones, por no decir ninguna. Deschamps seguía con su 4-2-3-1 dejando fuera a Dembelé para aprovechar a un Giroud que disimula a las mil maravillas sus amplias carencias. Matuidi, evidentemente, volvía a rendir como interior.

Poco se entiende la ausencia de jugadores como Dybala, Lo Celso o el mismísimo Agüero. Solo Sampaoli, que parece no haber aprendido de los errores, es consciente del juego que intenta imponer en su equipo. Aunque si tienes delante a una de las mejores selecciones del momento, difícil salir vencedor. De todos modos, la albiceleste lo intentó, teniendo minutos de dominio y esperanza. Pero las grandes debilidades defensivas y, sobre todo, de nivel individual, les condenaron al fracaso en tan solo once minutos.

Siempre he considerado que el nivel de Pogba depende mucho de la posición en la que esté. De hecho, viendo desde un principio el once -doble pivote junto a Kanté- podría pensar que no tendría libertad. Pero ahí aparece Matuidi, significante en las transiciones debido a un movimiento clave. El de la Juventus respalda a Pogba ocupando el hueco que este deja cuando galopa en busca de gol. De esta manera, Didier Deschamps consigue matar dos pájaros de un tiro: dar libertad a Pogba sin miedo a perder defensa y acompañar a Griezmann y Mbappé de cara a puerta.

Este último es, también, pieza clave. Su madurez -impropia a su edad, por cierto- ayuda mucho al 7 de Francia, que juega para él siempre que lo ve necesario. Así, las transiciones defensivas por parte de Argentina eran, simplemente, inútiles. He ahí mi anterior crítica a la ausencia de jugadores como Lo Celso, gente más joven y fresca que podría dominar el cuero impidiendo de esta manera los contraataques franceses. Porque como dijo en su momento un tal Johan Cruyff, quien tiene el balón no permite al rival atacar.

Ahora solo podemos dar la enhorabuena a los franceses, primer equipo en pisar los cuartos de final. A los argentinos, por otro lado, cabe decir que se dejaron, como dirían ellos, los huevos, pero no fue suficiente. Renovación de jugadores, del cuerpo técnico y de la mentalidad argentina. Eso es lo que quizá le pueda devolver el éxito a una selección que vio como un 30 de junio en Kazán, un tal Kylian Mbappé ponía el punto final al sol sudamericano.


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