Un duro desenlace

Croacia y Dinamarca se jugaban su pase a cuartos de final en el estadio de Nizhni Nóvgorod. Una venía con pleno de victorias, habiendo rotado y con una mentalidad más agresiva. La otra, por su parte, sabía que tenía opciones. Tanto individual como colectivamente. Las tenía. Y a nada estuvo, de hecho, de tocar la siguiente fase.

Si bien es cierto que el fútbol exige competitividad y profesionalidad, cada selección tiene sus objetivos y su presión. Por eso, Dinamarca parecía llevar ventaja. Y es que tras no clasificarse ni para el Mundial 2014 ni para la Eurocopa 2016, la selección europea podía sentirse orgullosa si miraba hacia atrás, viendo el camino que estaba recorriendo. Su rival, sin embargo, tenía la sensación de ser otro, de ser un conjunto más fuerte y que exigía más respeto. Con jugadores como Rakitic, Modric o Mandzukic en su apogeo futbolístico, los croatas sabían que no pasar de ronda tocaría con puntitas el fracaso.

Zlatko Dalic volvía al 4-1-4-1 que tanta alegría le causó frente a Argentina. El once de gala sería el encargado de cargar contra una Dinamarca que ya se las veía venir. He ahí que Hareide formase un doble pivote Delaney-Christensen. Además, las incorporaciones por banda de Braithwaite y Poulsen tenían, al igual que la titularidad de Cornelius en punta, su significado.

Con uno de los mejores centros del campo del mundial, Croacia buscaba tocar por dentro y llevar a cabo transiciones rápidas tras recuperación. Esto lo quiso contrarrestar su rival mediante su pareja en el medio, más defensiva que con iniciativa. De este modo, el partido tuvo un ritmo interesante y mostró la igualdad entre ambos equipos.

Otra explicación a este nivel podría ser la figura del extremo danés, ya sea por banda derecha o por izquierda. Estos tenían la orden de provocar una segunda jugada, ya sea forzándola o aprovechándola. Eriksen, el jugador con más calidad de la dinamita danesa se encargaba de hacer el resto. No perder el balón, conservarlo para crear jugada y hacer correr a Croacia. Estas eran las metas de una selección que estuvo a punto de vencer a una grande.

Pero el nivel de los ajedrezados era y es más alto. Porque a decir verdad, cuando deseas que tu equipo rompa líneas o abra el campo para buscar espacios a posteriori, ves claramente una diferencia de nivel entre una y otra. Aun así, tanto Peter Schmeichel como su selección no merecían ni de lejos ese duro desenlace.


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